viernes, 2 de enero de 2015

Primera Parte: Capitulo 2: Introduciendo a La Serpiente.

La hormiga sale de su hogar para empezar su rutina diaria, en la antigua pared del Hotel Falassarna. Su largo recorrido por las grietas del viejo hotel, resumen su vida animal en este mundo. La hormiga se detiene en un pliege de madera gruesa adornada con signos letras griegas. Del otro lado de la compuerta está la habitación en dónde Thomas y Laurel se hospedan. No han podido dormir después del encuentro con Seiya y Marín. Tenían puesta la misma ropa que la noche anterior, siendo el polvo la tiza del pastel que se difuminaba en el colchón.

-¿Todavía sigues pensando en lo de anoche? - Pregunta Thomas.

- ¿Qué crees? La única vez que veo a un hombre sobrevivir a esa caída es en las historias bíblicas que me contaba tu madre antes de morir y en las reuniones con los otros familiares. - Decía Laurel, mirando a un ponto muerto de la pared. - Menudas vacaciones ¿No?

Laurel podemos ir a la policía local, te conozco desde hace más de diez años. Tienes esa mirada de que quieres hablar con las autoridades acerca de lo ocurrido anoche. Pero recuerda lo que nos dijo esa mujer: Olvidemos lo que vimos y sigamos viviendo. - Dijo Thomas en un modo aclarativo.

- Thomas no voy a soltar la lengua, te lo aseguro. Por ahora sólo queiero bañarme y bajar a despejar la cabeza. - Dijo Laurel. - Ya he tenido suficient con dos días extremos en éste afrodisíaco y raro país. Creo que te recomiendo lo mismo, pues el polvo y la marca del semen en tu pantalón no se quitará con el simple sudor de tu piel.

- Deja el agrio sarcasmo, sé que tengo que quitarme mi propia suciedad. - Dijo pesadamente Thomas.

En un lapso de media hora su salida surge abriendo nerviosamente y lenta a la misma vez salen al pasillo adornado con un azul terciopelo en dirección al ascensor,  pasándole al lado al personal del servicio, haciendo su paseo de rutina laboral en el lugar. Cogen el ascensor, dirigiéndose al lobby, Tres minutos más tarde, su destino termina en el lobby tricolor, adornado en sus paredes y columnas de un rojo carmesí y azul añil, el piso contaba con un mármol lijado de una cera especial  y piedras preciosas pertenecientes a la mitad del siglo pasado.Ambos siguen su recorrido algo temeroso hacia el restaurante del hotel, llegan a l lugar perfumado con el olor a madera proveniente de Sudamérica, dibujada con frases griegas y batallas épicas que se libraron en épocas ilustradas. Llegan a la mesa y se disponen a pedir al mesero, cuando de pronto en la televisión, cambian el cana y ponen al noticiero que enseña la noticia del momento. Se presenta la escena del risco destruido, el cual tuvieron su encuentro con Marín y Seiya. Testigos aseguran ver el choque y la destrucción del risco y que daba un fuerte hedor a metal quemado. Laurel se estremece al revivir esa escena de nuevo, mientras que Thomas le agarra la mano.

-¿Crees qué nos vieron Thomas? - Pregunta Laurel preocupada.

- Creo que no Laurel, considero que no hay que esperar lo peor, ya que creo que esos testigos no nos puedan describir. - Responde ensimismado Thomas.

- Lo digo por lo que nos dijo esa mujer Thomas, por lo del Parlamento Ateniense. Si los testigos nos describen, estaremos en problemas. - Dice con voz temerosa Laurel, mientras Thomas la mira dando un trago en seco.

La ventana abierta hacia ellos les presenta el rayo del Sol de las once y media de la mañana. Éste con su luz universal alumbra gran parte de la antigua ciudad y la playa donde pasó el encuentro entre Thomas, Laurel, Marín y Seiya, llenos de curiosos, de periodistas, el equipo de metereología, y el brusco personal militar de la ciudad, apartando de manera un poco consciente a los curiosos. A los pocos minutos se detiene un jeep gris, sin placa que lo identifique, al frente del lugar de los hechos. Se desmontan dos figuras, algo corpulentas, una de ellas portando una cicatríz cerca de su barbilla, y ésta acabada de afeitar, un lunar cerca del lado izquierdo de su nariz, piel blanca y ojos grises. Mientras que el otro, algo barbudo, individuo entrado a mediana edad, de ojos café oscuros, pelo negro y tez blanca. Ambos vestidos de color negro, se dirigen hacia dónde la noticia está. Llegan a la barrera de seguridad, le enseñan una placa con insignia desconocida por el momento, haciendo que el guardia los deje pasar sin duda alguna. Después de un corto recorrido, se acercan al área del choque, iniciando una interrogación a uno de los miembros del grupo de Metereología.

- Buenos Días, mi nombre es Callisto Bonnasera, y éste es mi compañero Milo Kanakaredes, agentes del Departamento de Defensa del Parlamento Ateniense. Hemos venido a investigar el suceso del derrumbe del risco. ¿Nos podría dar alguna información de lo que ha encontrado en su investigación?

- Claro, lo que hemos encontrado, al parecer del objeto no identificado que se estrelló contra el risco, viajaba a una gran velocidad, similar a la de un meteorito, causando un fuerte choque y la extinción de éste. Pero lo curioso del caso es el fuerte olor a metal quemado, similar al cobre, que sigue en le lugar. Pero no encontramos ningún rastro del metal por aquí. - Dijo el Metereologo. - Es como si no hubiera ningún meteorito estrellado en el lugar.

- ¿No han encontrado ningún residuo biológico, como sangre de animal, o rastros de piel? - Pregunta el agente Kanakaredes.

- Ahora que lo pregunta, lo único inusual que encontramos es una tela chamuscada, por el material, diría que pertenece al vestido de una mujer o la camisa de un hombre. - Dijo el metereologo.

- Interesante... Gracias por la información. - Dijo el agente Bonnasera. - Contáctenos si sabe algo más.

Se alejan de la escena a pocos metros dónde el equipo de meterologos estaba. Bonnasera miraba con una mirada algo familiar la escena del derrumbe.

- Son ellos Kanakaredes, sin duda son ellos. - Dijo medio excitado Bonnasera. - Este caso es algo similar a uno que se ha quedado inconcluso desde hace más de veinte años.

- ¿De qué hablas, Bonnasera? - Se pregunta algo extrañado Kanakaredes. - ¿No estás hablando acerca de los Habitantes del Santuario? Sabes muy bien, que ese no es más que un cuento de ciudad.

Ésto no es un cuento de ciudad, Kanakaredes, no es un cuento de ciudad. - Decía Bonnasera mientras tocaba desesperadamente su libreta con sus dedos. - por Jesucristo crucificado por Zeus, se que no es un cuento de ciudad. Hay que regresar al recinto, hay algo que quiero enseñarte.

Se marchan del lugar media hora después. El jeep dibuja una humareda polvorienta ligada entre el smog de la sociedad, el polvo de la arena de la playa, las partículas celulares muertas que se desprenden de la piel, y las del metal. Después de un trayecto de hora y media arriban al Departamento de Defensa y se dirige al Cuarto de Casos sin Resolver. La vieja puerta de metal inoxidable orquesta el sonido de sus visagras media oxidadas y secas por falta de aceite, retumbando en las paredes de piel de hormigón. La bombilla parpadea tres veces, dibujando los cubículos en el que yacen los casos más extraños y sin resolver de toda Grecia. Bonnasera hace pasarela por el medio del Salón, Kanakaredes le seguía el paso, buscando el caso que su compañero le había dicho que buscara. Bonnasera se detiene al frente de un estante que resguardaba un cajón que contenía los documentos de casos sin resolver en Grecia. Casos de cincuenta años, fraudes, desapariciones, escándalos sexuales, y asesinatos sin resolver, se escondían en ese cajón. Kanakaredes carga el pesado cajón y lo traslada a una mesa contigua dónde junto con Bonnasera, saca documento por documento, hasta encontrar un documento medio destajado y con olor a guardado. Bonnasera lo saca del cajón y se dirige hacia otra mesa.

- Bonnasera, ¿Qué tiene éste caso de importancia, que los demás? - Se pregunta Kanakaredes.

- Ya verás chico, ya verás. - Habla efusivamente Bonnasera. - Éste caso tiene más de veinte años sin resolverse. En las cercanías del templo de Atenas, se encontró el cuerpo sin vida de un hombre aproximadamente de treinta años de edad. Tez blanca quemada por el Sol, pelo castaño, ojos verdes y una extraña vestimenta muy atrasada para la época. El cuerpo presentaba moretones, de como si fuera golpeado por una multitud, y una gran herida abierta entre el abdomen y el tórax. lo curioso del caso es que la herida despedía un fuerte olor a metal quemado, similar al del risco. Pero en vez de un olor a cobre, despedía un olor a oro quemado. Es como si fuera el mismo oro que asesinó al hombre.

- ¿Estás diciendo que el oro fue el causante de su muerte? - Se pregunta dubitativo Kanakaredes.

- Es lo que dicen los hechos muchacho. Y tengo la ligera sospecha que los Habitantes del Santuario, tienen algo que ver con la muerte del hombre. - Habla positivamente Bonnasera. - Te recomendaría a empezar a creer en cuentos de ciudad, por que éste es uno de ellos. Hay que hacer una reunión con el Sargento Griecko, considero que hay que hacerles una visita judicial a los Habitantes del Santuario.

- Cuenta conmigo Bonnasera. - Le dice Kanakaredes. - Pero ¿Qué hacemos con la pareja que fue testigo de la destrucción del risco de la playa? ¿Thomas y Laurel McFetters?

- ¿Quieres investigarlos ahora? - Preguntó Bonnasera.

- Si estás cansado, yo podría ir de parte de los dos. - Dijo Kanakaredes.

- Descuida, quiero seguir para ver en que nos pueden ayudar esa pareja. ¡Vamos! - Dijo Bonnasera.

Ambos agentes se marchan del lugar haciendo dirección hacia el ascensor. Kanakaredes presiona con rectitud el botón del ascensor, haciendo su llamada teniendo una corta espera de diez segundos. El ascensor abre sus puertas, permitiendo que ambos agentes entren en él,bajan al aparcamiento, llegan al aparcamiento del Departamento, despidíendose del guardia sin percatarse que éste lleva una enorme cicatriz detrás de su cuello, seguido de su paralizador clavado en su espina dorsal. Después de tres filas de automóviles, Bonnasera y Kanakaredes llegan a su jeep gris, justo antes de llegar a sus puertas, un extraño sonido como cascabel arrastrado perfumara las paredes del aparcamiento. Bonnasera y Kanakaredes se miran entre sí, extraños dejando el documento encima del jeep. Se dirigen al medio del aparcamiento y divisan la figura de un hombre fornido, de 6´9 de altura, con un pesado tubo de tubería que sirvió como tambor retumbando el suelo.

- ¡Hey Muchacho! ¡Te recomiendo que no hagas nada estúpido, estás en un edificio federal del país! - Le ordena Bonnasera a la figura.

- Yo le recomendaría agente Bonnassera que arroje su arma al suelo y obedezca mis órdenes. - Le responde una voz femenina.

Bonnasera voltea su mirada hacia dónde vino la voz, y vió como una mujer de pelo castaño y con una máscara con diseños en la órbita de sus ojos, dejando la boca y parte de su barbilla libre, agarra por el cuello a Kanakaredes, dejando que varias gotas de sangre escapen por el área de la laringe. No era nada más y nada menos que Shaina Vlaros, Caballero Femenino del Ofiuco.

- Un paso más, y éste suelo será adornado con rastros de sangre, laringe, arterias y venas de éste galán. ¿No quiere vivir con esa culpa Bonnasera? - Dijo excitantemente Shaina.

Bonnasera estaba indeciso y  nervioso en lo que iba a hacer. La encrucijada y el no saber si el y Kanakaredes iban a salir con vida se incrementaba más y más. Miraba hacia dónde el gigante estaba, y por dónde Kanakaredes y Shaina se encontraban.

- Haga lo que le ordeno, Bonnasera, y Cassios no le va hacer nada a usted ni a éste hermoso galán.. Se lo puedo asegurar. -  Le dice Shaina, que luego le lame la lengua a Kanakaredes. - Se lo puedo asegurar.

Bonnasera accede a arrojar el arma al suelo, para evitar una tragedia en el lugar. Shaina, suave, pero precavidamente le retira las manos de la zona de la garganta de Kanakaredes. Al retirar las manos del lugar se notan pequeños fragmentos de sangre incrustados en la zona de la laringe de Kanakaredes. Shaina golpea las rodillas de Kanakaredes bruscamente, provocando que éste caiga de rodillas al frnte de Bonnasera. Este ya a punto de arrodillarse, insintivamente recoge su arma del suelo, sin saber que Cassios rápidamnte llega al lugar y golpea con el tubo de hierro a Bonnasera haciéndole perder el conocimiento.

- Por qué los héroes siempre tienden a hacer cosas estúpidas? Cassios,carga al veterano y colócalo en la parte trasera del jeep. Y tú galán, conduce, el camino es bien largo. - Le ordena Shaina,antes de entrar al jeep.

Cassios entra a un aturdido Bonnasera en la parte trasera del jeep mientras que Kanakaredes enciende el jeep y arranca hacia algún punto desconocido. Después de dos horas y media de trayecto, entre la tensión incómoda y el silencio sospechoso perfumaba en el lugar, llegan a un terreno abandonado, oscuro como la boca de un lobo. Shaina ordena a Kanakaredes a salir del jeep, mientras que Cassios saca a Bonnasera de la parte trasera del jeep. Lo coloca al lado de Kanakaredes, que poco a poco se reincorpora con la ayuda de éste. Shaina al cabo llega al lado de Cassios, limándose las uñas, mientras que Cassios tenía agarrado el documento en el que ambos agentes estaban trabajando.

- Para llamar la atención, a veces hay que estar a favor de la Vieja y Nueva Vanguardia. Pero hay cosas que lamentablemente no se pueden tocar ni mucho menos llamar la atención agentes. - Dijo Shaina, sacando el arma de reglamento de uno de los agentes. - Y tienen que saber que lo que pasa en El Santuario, se queda en El Santuario. Caminen.

 Bonnasera y Kanakaredes le obedecen, el primero con el nudo en la garganta, dirigiéndose a un punto inexacto proveído por Shaina. Al cabo de dos minutos llegan a un lugar en el que se logra divisar un agujero, menos de cinco metros de profundidad, que solamente tiene la capacidad de una persona, cosa que le extraña a Bonnasera. Al momento de éste voltear la mirada hacia Shaina, se encuentra a Kanakaredes apuntándole con su arma de reglamento. Se le notaban las gotas de sangre que seguían caminando por la zona de su laringe y tela de su camisa.

- Hey muchacho, ¿Me vas a aniquilar? He sido tu compañero por más de 3 años. Te vas a dejar hipnotizar por una doctrina? Por favor reconsidera lo que haces, y lo que piensas hacer. - Le dice un consternado Bonnasera. - No vayas por ese camino.

- Le entiendo perfectamente Bonnasera, y le agradezco todo lo que ha hecho por mí, pero como ha dicho la maestra Shaina, hay cosas que no se pueden tocar, ni reabrir. - Le dice fríamente Kanakaredes. - Pero véale el lado positivo, El Santuario le manda su bendición.

Seguido de ésto suena un disparo, que en el revólver sale una bala, que penetra en su ojo izquierdo y sale por la parte trasera de su cabeza, haciendo que Bonnasera caiga dentro del agujero, seguido por varios disparos de Kanakaredes. Shaina se acerca a Kanakaredes y le entrega el documento que iban a investigar, arrojándolo al cuerpo abatido sin vida de Bonnasera. Cassios le entrega un balde lleno de kerosene rociándole al cuerpo y al documento que despliega el nombre del individuo que encontraron por el Templo de Atenas, su nombre era Aiolos Dáxtalos. La evidencia desaparece con la última llamarada, que hace inercia con el cuerpo del fenecido agente Bonnasera.

- Bueno, ya una parte del Código está completado, ahora el próximo pas es que tú y Cassios le den una pequeña visita a los McFeeters. - Le dice Shaina, cuando le arregla la corbata a Kanakaredes y le limpia el sucio en su hombro. - Que sea rápido y sencillo. Tráiganlos a los dos con vida. Hay que desparecer los cabos sueltos.

El trío desaparece de la escena, dejando que el fuego consumiera y dejara en cenizas la carne cruda del cuerpo de Bonnasera. El humo se dispersa por los aires coincidiendo con la Luna que alumbraba  el terreno abandonado. Su luz sigue alumbrando el camino y la ciudad donde se encuentra el Viejo Hotel Falassarna. En el balcón del penúltimo piso se encuentra THomas acabándose de fumar el cigarrillo que quedaba en su caja, mientras que Laurel estaba recostada en su cama, mirando pensativa a un punto de la pared, sin poder dormir en el día completo. La preocupación y el estrés todavía rodaban por el ambiente. Thomas termina su cigarro tirándolo a la barbarie y entra a la habitación, el reloj de la pared marca la hora exacta del momento, 21:23. Se asienta al lado de Laurel.

- Laurel, ¿Quieres regresar a Maryland, para olvidarnos de lo que pasó? - Le pregunta Thomas a Laurel.

- Claro, ya no quiero vivir en un maldito y extraño conflicto con nadie ni con nada que tenga que ver con enfermos de algún Santuario ni con el Estado de un país. - Dijo con la voz entrecortada Laurel. - Quiero irme de aquí.

- Descuida, aprovecha y descansa. Me encargaré del equipaje. - Le dice Thomas. - Estaremos fuera dentro de poco.

Thomas se dispone a buscar las maletas guardadas en el armario, ordena la ropa y los regalos, combinados con los souvenirs que compraron en el país. Mira su celular y lo apaga, recoge la ropa que usaron para ir a la playa cuando tuvieron su encuentro con Seiya y Marín. Al entrar la ropa se oye un suave toque ne la puerta principal de su habitación.

- ¿Quién es y en qué le puedo ayudar? - Pregunta Thomas.

- Descuide Sr., solamente es el Servicio de Habitación. - Le responde Kanakaredes acabándose de colocar un guante negro.

Kanakaredes y Cassios esperan a que se abra la puerta mientras que en el suelo yace el cuerpo del botones del hotel, y en su frente pasa la misma hormiga de la mañana, entrando por el orificio de su oído.