domingo, 25 de octubre de 2015

Primera parte, Capitulo III: Boca Ratón, Florida

La calurosa noche iluminada por la seca luz de la Luna, en el ambiente playero de la costa, al oscuridad dibuja los arrecifes arropados por las olas del mar.Las estrellas acompañan a la solitaria satélite en su eterna morada, enseñando lo tranquilo y lo pulcro que presenta ese antro costero. En el puerto turístico de la costa, Tlaloc Entertainment & Associated, que por años le da albergue a turistas estadounidenses y de otras partes del mundo, para el disfrute y el deleite de la cultura floridiana. El tic-tac del reloj, junto con el pobre viento salado del mar, perfumaba el ambiente del pueblo hotelero.

Constanza Gutierrez, propietaria del lugar, da sus paseos rutinarios en su puerto vacacional como de costumbre. Sus canas sextagenarias se hacen ver la experiencia en su ojo empresario y humano. El lunar en su mano, marcado como un punto de tinta, desde su niñez en le da su importancia, cuando solía residir en Veracruz, México. Saluda humildemente a una pareja de europeos, que acaramelada mente se encontraban besuqueando en una de las escaleras del puerto. Luego se dispone a retornar hacia su oficina. Veinte minutos de trayecto, ida y vuelta, es lo que le toma a la sextagenaria propietaria en su paseo rutinario. Al llegar a su oficina, guarda su linterna en uno de los lotes, enciende las velas  que hacen comparsa con un altar qie veneran a uno de los tantos santos de la santería. Después de una oración, se dirige a una de las ventanas de su oficina, a fumarse un cigarrillo.El humo del cigarro hace interferencia en la disecada imagen del santo. El tintineo de una luz anaranjada hace aparición en la escena. Varias patrullas de la Zona, hacen prescencia en el lugar, poco a poco aumentando su velocidad a una de las playas cercanas al puerto hotelero. Al cabo dev 10 minutos llegan al lugar, donde otra horda de patrullas están reunidas. Se desmontan todos los oficiales, y se reúnen en un grán circulo, por donde está en el centro el Capitán de la brigada, dando las instrucciones de la intervención.

-¡Ok tropa, ellos pueden eludir a la guardia marítima, prto no nos pueden eludir a nosotros! - Vocifera el capitán. -¡Me importan que sean, cubanos, dominicanos, jamaiquinos o puertorriqueños; tampoco me importa que anden vivos y muertos!¡Tenemos suficiente  de esos simios tercermundistas en cada rincón de nuestra América, tienen que regresar a como de luar de dónde Fidel, Raúl, u otro maldito comunista que gobierne en la región!

-¡Capitán se acercan los objetivos!- Vocifera un oficial de la tropa. -¡Son tres en total!

-¡Ok, todos a su posición!- Ordena el capitán.

De modo cvas unísono, todas las patrullas se apagan es simultaneidad,  todos los oficiales se ocultan en los arbustos, mientras a lo lejos se divisan tres balsas que tienen color azul oscuro, para eludir a las autoridades, su lenta llegada a las orillas de la playa, se detiene junto a las arenas del lugar. No sale ningún pasajero de las balsas, generando suspenso y desesperación a la élite. Diez minutos han pasado, y ning8na acción de parte de los pasajeros. generando la desesperación al capitán de la brigada y de las demás tropas. Este no aguanta mas y se dirige a las tres balsas, los demás oficiales también le siguen en su cacería. En la corta pero intensa carrera llegan a su objetivo, alumbrando a las tres balsas una llevando por nombre, La Esperanza de la Virgen de Higuey. El capitán se acerca a una de las balsas.

-Bienvenidos todos y todas, viajeros a la tierra de los sueños y oiprtunidades... ¿Pero que demonios?- Se pregunta confundido el capitán.

Para sorpresa de toos, todas las balsas se encontraban totalmente vacías, sin ningún alma adentro. La confusíon y sorpresa, poco a poco se generaba, el capitán lucía un poco enojado por la situación. dar un viaje para encontrarse con este tipo de broma, absolutamente nada en el interiro del cofre. Al cabo de unos minutos, uno de los oficiales logra divisar a lo lejos, un majojo de figuras, flotando en el agua. Les era imposible divisarlas a lo lejos. El capitán ordena a tres de los oficiales a adentrarse al campo marítimo, para poder identificar al grupo de figuras. Los tres oficiales se adentran en el agua, y al cabo de treinta segundos, se acerca a una de las figuras, y para llevarse la lúgrube sorpresa, de que era el cadáver de un infante menor de siete años de edad. Lo mismo encontraron los dos oficiales, y en un isntante, una horda de cadáveres los atraviesan, al paso de dirigirse a la orilla. Uno de los cadáveres se detiene justamente al frente del capitán. Este se acerca al cadaver de un hombre adulto y se percata de que tiene un agujero en su frente. que a pesar de que el cadáver sde encontraba en el agua, en el agujero, salía humo, como si el ataque fuera reciente. Lo mismo sucedío con los otros cadáveres. Setenta y cinco en total.

-¿Qué clase de animal le haría esto a estas pobres personas?-Dice consternado uno de los oficiales.- ¿Usted cree que fueron piratas, capitán?

-Lo más seguro.-Dijo conmocionado el capitán.- Al parecer quieren dejar dicho que son los nuevos amos del mar. Avisen al condado de lo sucedido.

-¡Oiga, capìtán!¡Hay pisaadas frescas cerca de la orilla, al parecer hay uno de los pasajeros diambulando por el área!- Dice uno de los oficiales.

-¡Encuentrenlo! De lo más seguro tiene que saber de lo sucedido.-Ordena el capitán.

Empieza la intensa búsqueda del sobreviviente de aquella masacre. Oficiales con linternas y armas en mano se internan en el pantano cercano a la playa. La oscuridad  y lo que le guardaba el pantano era el principal misterio de la noche. Helicopteros vuelan por el área buscando al sobreviviente sin éxito. Perros olfatean el suelo pantanoso para saber si logran encontrar el paradero del sobreviviente. Al cabo de casi una hora de búsqieda uno de los oficiales encuentra el cuerpo abatido del sobreviviente, con pocos signos vitales de vida. El sobreviviente tiene menos de treinta años de edad, con ropas harapientas, una extraña cicatriz cerca del entreojo, el extracto de una tela diseñada con flores, y un collar con signos indescifrables colgando en su cuello. De facciones caribeñas, pelo negro, largo rizado, y una barba medio descuidada, era el retrato de aquel hombre. Con mucho cuidaddo los paramédicos sacan el individuo del pantano, lo montan en una camilla, lo suben en el helicoptero y lo llevan al hospital. En un lapso de media hora, ya el helicoptero llega al hospital. empiezan a examinar al sobreviviente, y encuentran extrañas cicatrices que hacen mapa en su cuerpo, sus signos vitales empezaban a mejorar. Lo que les preocupaba a los doctores, era la intensa fiebre, que el sobreviviente emanaba. Sobrepasaba los 50 C, lo que se suponía que el sobreviviente tendría una extraña epìdemia. Después del diagnóstico, el sobreviviente fue puesto en una habitación custodiadia por dos oficiales.

Tres días después una de las enfermeras, va a la habitación custodiada donde reside el sobreviviente. Se dispone a chequear los signos vitales, y se encuentra todo normal. Pero la fiebre seguía aumentando, y justo cuando la enfermera retira el termómetro, el sobreviviente le sujeta la mano fuertemente diciendo lo siguiente:

-Sheera... Sheera... He regresado.- Dice delirando el sobreviviente.- Tu hermano Ahmed ha regresado.

Luego de esto se desmaya. Los dos oficiales se comunican con el capitán de la brigada para informarle lo sucedido. Al lapso de media hora llega al hospital, acompañado de un compañero de brigada. Entrevistan a la enfermera que atendió al sobreviviente y se percataron en el brazo de la enfermera tiene una extraña quemadura menor de un grado. Luego se dirigen a la habitación y ven al sobreviviente terminando de comer.

-Buenas tardes, señor, me llamo Dale Jacobs, capitán de la estación de policía de Miami Florida, éste es mi compañero el detective, Shane Ginsberg.- Dice el capitán.- ¿No le importaría si le hablo en inglés o en español?

-Descuide oficial, puedo hablar ambos idiomas.- Responde el sobreviviente.

-Excelente, en ese entonces, como nos comunicó la enfermera, su nombre es Ahmed ¿Cierto? -Pregunta el capitan.- Incluso usted llamó a la enfermera por el nombre Sheera ¿Nos puede contar quién es Sheera?

-Si... Mi nombre es Ahmed Gant, proveniente de Egipto, junto con mi hermana Sheera Gant. Realmente no me acuerdo la última vez que nos vimos.- Responde Ahmed.

-Entiendo, mire señor Gant. La razón por la cual usted está siendo custodiado por nosotros, es que usted es el único sobreviviente de una de las tres balsas que vino llena de indocumentados. ¿Cierto?- Dice el detective Ginsberg.

-... Si, si mal no recuerdo, partimos como polizontes, desde Higuey, República Dominicana.-Responde Ahmed.- ¿Cómo están ellos?

-Señor Gant, lamento decirle que todos los tripulantes de las tres balsas han sido asesinados, usted ha sido el único sobreviviente de esa masacre.-Dice el capitán Jacobs.- También usted haya sido testigo ocular de lo sucedido. Queremos hacerle mas preguntas pero va a tener que acompañarnos al recinto.

-Creo que estas prendas le pertenecen a usted.- Dijo el detective Ginsberg.- Venían con usted cuando lo encontramos.

Le entregan a Ahmed el collar con el extraño signo, incluyendo el extracto de tela con el diseño de flores. los oficiales acompañan el grupo hacia el precinto, custodiando a Ahmed a cada momento. El motor de la camioneta enciende forzosamente y se dirigen hacia el precinto. En el camino completo, los dos oficiales iban hablando con el capitán y el detective, mientras Ahmed iba en silencio mirando hacia un punto en el horizonte. Agarraba fuertemente la tela rota, mientras el collar que colgaba en su cuello extrañamente una luz anaranjada incandescente empezaba a brillar lentamente en los signos del collar. La cara de Ahmed empezaba a palpitar y las llagas empezaban a invadir sus ojos. Una silueta de una mujer de facciones indias suramericana aparecía sentada al frente de los muslos de Ahmed, de manera seductora. Pelo lacio negro, ojos café oscuros, vestido con diseño de flores, cara totalmente fina y una sonrisa pícara, mira directamente a Ahmed. Le acaricia la cara lentamente y le dice lo siguiente:

-¨Sigues con ese fuego amor mío, fuego difícil de extinguir.-Le dice la mujer a Ahmed.- Tu búsqueda no termina aún.¨

-Si querida, no he llegado a mi morada principal.- Le responde Ahmed a la mujer.

-¨Escelente amor mío. Pero antes de que llegues a tu morada, quiero que hagas algo... Por mí.¨-Le siguiere la mujer mientras le dirige la mano de Ahmed a su seno al descubierto.

-¿Qué quieres que haga por ti querida?- Le pregunta Ahmed a la mujer mientras besa la mano de esta.

-¨Para que esta fuego continúe... y no llege nunca a extinguirse... Acaba con elllos.¨-Le dice la mujer a Ahmed.

-Cumpliré todos tus caprichos querida.- Le responde sombríamente Ahmed a la mujer.

La muer lentamente se desvanece, haciendo que Ahmed se quede mirando al vacío de nuevo. Las llagas de sus ojos se aclaran más y su cara empieza a palpitar nuevamente. De repente, humo empieza a salir por cada una de sus extremidades, sin que cada uno de los presentes se percatara. La camioneta sigue su camino hacia el precinto. En el precinto, varios oficiales se encuentran charlando efusivamnte de cosas cotidianas. una mujer con el ojo morado, arriba al lugar para denunciar abuso doméstico por parte de su pareja. El oficial estaba a punto de tomar el reporte cuando se percata, de que la camioneta del capitán Jacobs arriba al a entrada, pero no aminora su velocidad, la acelera embistiendo fuertemente a la puerta de la entrada principal. Los presentes se esconden detrás de una pared y la camioneta amortiguó su velocidad con la mesa principal. Un oficial sale de la pared  y se dirige hacia la camioneta, mientras el humo se dispersaba se miraba la imagen del capitán Jacobs, con la cara postrada con el volante. El oficial lentamente levanta la cabeza del capitán y se horroriza al ver los ojos de éste totalmente calcinados; al detective Ginsberg con la garganta degollada y los otros oficiales misteriosamente asfixiados. OLa puerta de atrás se abre lentamente, haciendo que uno de los oficiales caiga lentamente al suelo. un silbido tarareado sale de la parte de atrás, haciendo que el oficial desenfunde su arma de reglamento. La silueta de Ahmed sale tranbquilamente de la camioneta, pisando el abdomen del fenecido oficial.

-¡Wow, eso fue increíble! Como quisiera intentarlo de nuevo, pero creo que necesitaremos un nuevo cofer.- Dijo sombríamente Ahmed.- ¿Acaso quieres ser el nuevo chofer?

-¡Ponga las manos dónde pueda verlas!- Responde asustado el oficial.

-¡Wow, tranquilicese americano, yo no vine aquí a entregarme!- Responde animosamente Ahmed.- Digamos que vine a seguir su juego, pero asegúrese, vengo a acabar con todos aquí.

Seguido de esto, Ahmed se avanza hacia el oficial, inmovilizándole la mano hasta el punto de romperle la muñeca, luego golpeándole el rostro continuamente con su rodilla. Otros oficiales acuden para ayudar al oficial que está siendo atacado.

-¡Oh sí, que siga la fiesta!¡¿Quién quiere ser el próximo que quiere bailar?! Pregunta Ahmed.

Los oficiales se acerca a atacar a Ahmed. éste les espera, comenzando su brutal ataque hacia el grupo. Huesos rotos por doquier, gritos de dolor, sangre salpicando por las paredes, balas disparadas de las armas y Ahmed peleando con emoción, hacen ver la escena como un cuadro surrealista en el precinto. Ya cuando todos los oficiales caen abatidos en el suelo, Ahmed mira a su alrededor y alza los brazos en señal de victoria. El sonido de un disparo de escopate, estropea por el momento la celebración de Ahmed. Otro oficial aparece en escena apuntando a Ahmed con la escopeta.

-¡Maldita rata, las manos donde pueda verlas!-Vocifera el oficial.

-Está bien, está bien. Pero primero respóndame esta adivinanza visual.- Dice Ahmed, alzando sus brazos de lado a lado.- ¿Quién soy? La pista es que no soy ese inepto nazareno que se sacrificó por tí para salvarte de los pecados que acabas de cometer.

viernes, 2 de enero de 2015

Primera Parte: Capitulo 2: Introduciendo a La Serpiente.

La hormiga sale de su hogar para empezar su rutina diaria, en la antigua pared del Hotel Falassarna. Su largo recorrido por las grietas del viejo hotel, resumen su vida animal en este mundo. La hormiga se detiene en un pliege de madera gruesa adornada con signos letras griegas. Del otro lado de la compuerta está la habitación en dónde Thomas y Laurel se hospedan. No han podido dormir después del encuentro con Seiya y Marín. Tenían puesta la misma ropa que la noche anterior, siendo el polvo la tiza del pastel que se difuminaba en el colchón.

-¿Todavía sigues pensando en lo de anoche? - Pregunta Thomas.

- ¿Qué crees? La única vez que veo a un hombre sobrevivir a esa caída es en las historias bíblicas que me contaba tu madre antes de morir y en las reuniones con los otros familiares. - Decía Laurel, mirando a un ponto muerto de la pared. - Menudas vacaciones ¿No?

Laurel podemos ir a la policía local, te conozco desde hace más de diez años. Tienes esa mirada de que quieres hablar con las autoridades acerca de lo ocurrido anoche. Pero recuerda lo que nos dijo esa mujer: Olvidemos lo que vimos y sigamos viviendo. - Dijo Thomas en un modo aclarativo.

- Thomas no voy a soltar la lengua, te lo aseguro. Por ahora sólo queiero bañarme y bajar a despejar la cabeza. - Dijo Laurel. - Ya he tenido suficient con dos días extremos en éste afrodisíaco y raro país. Creo que te recomiendo lo mismo, pues el polvo y la marca del semen en tu pantalón no se quitará con el simple sudor de tu piel.

- Deja el agrio sarcasmo, sé que tengo que quitarme mi propia suciedad. - Dijo pesadamente Thomas.

En un lapso de media hora su salida surge abriendo nerviosamente y lenta a la misma vez salen al pasillo adornado con un azul terciopelo en dirección al ascensor,  pasándole al lado al personal del servicio, haciendo su paseo de rutina laboral en el lugar. Cogen el ascensor, dirigiéndose al lobby, Tres minutos más tarde, su destino termina en el lobby tricolor, adornado en sus paredes y columnas de un rojo carmesí y azul añil, el piso contaba con un mármol lijado de una cera especial  y piedras preciosas pertenecientes a la mitad del siglo pasado.Ambos siguen su recorrido algo temeroso hacia el restaurante del hotel, llegan a l lugar perfumado con el olor a madera proveniente de Sudamérica, dibujada con frases griegas y batallas épicas que se libraron en épocas ilustradas. Llegan a la mesa y se disponen a pedir al mesero, cuando de pronto en la televisión, cambian el cana y ponen al noticiero que enseña la noticia del momento. Se presenta la escena del risco destruido, el cual tuvieron su encuentro con Marín y Seiya. Testigos aseguran ver el choque y la destrucción del risco y que daba un fuerte hedor a metal quemado. Laurel se estremece al revivir esa escena de nuevo, mientras que Thomas le agarra la mano.

-¿Crees qué nos vieron Thomas? - Pregunta Laurel preocupada.

- Creo que no Laurel, considero que no hay que esperar lo peor, ya que creo que esos testigos no nos puedan describir. - Responde ensimismado Thomas.

- Lo digo por lo que nos dijo esa mujer Thomas, por lo del Parlamento Ateniense. Si los testigos nos describen, estaremos en problemas. - Dice con voz temerosa Laurel, mientras Thomas la mira dando un trago en seco.

La ventana abierta hacia ellos les presenta el rayo del Sol de las once y media de la mañana. Éste con su luz universal alumbra gran parte de la antigua ciudad y la playa donde pasó el encuentro entre Thomas, Laurel, Marín y Seiya, llenos de curiosos, de periodistas, el equipo de metereología, y el brusco personal militar de la ciudad, apartando de manera un poco consciente a los curiosos. A los pocos minutos se detiene un jeep gris, sin placa que lo identifique, al frente del lugar de los hechos. Se desmontan dos figuras, algo corpulentas, una de ellas portando una cicatríz cerca de su barbilla, y ésta acabada de afeitar, un lunar cerca del lado izquierdo de su nariz, piel blanca y ojos grises. Mientras que el otro, algo barbudo, individuo entrado a mediana edad, de ojos café oscuros, pelo negro y tez blanca. Ambos vestidos de color negro, se dirigen hacia dónde la noticia está. Llegan a la barrera de seguridad, le enseñan una placa con insignia desconocida por el momento, haciendo que el guardia los deje pasar sin duda alguna. Después de un corto recorrido, se acercan al área del choque, iniciando una interrogación a uno de los miembros del grupo de Metereología.

- Buenos Días, mi nombre es Callisto Bonnasera, y éste es mi compañero Milo Kanakaredes, agentes del Departamento de Defensa del Parlamento Ateniense. Hemos venido a investigar el suceso del derrumbe del risco. ¿Nos podría dar alguna información de lo que ha encontrado en su investigación?

- Claro, lo que hemos encontrado, al parecer del objeto no identificado que se estrelló contra el risco, viajaba a una gran velocidad, similar a la de un meteorito, causando un fuerte choque y la extinción de éste. Pero lo curioso del caso es el fuerte olor a metal quemado, similar al cobre, que sigue en le lugar. Pero no encontramos ningún rastro del metal por aquí. - Dijo el Metereologo. - Es como si no hubiera ningún meteorito estrellado en el lugar.

- ¿No han encontrado ningún residuo biológico, como sangre de animal, o rastros de piel? - Pregunta el agente Kanakaredes.

- Ahora que lo pregunta, lo único inusual que encontramos es una tela chamuscada, por el material, diría que pertenece al vestido de una mujer o la camisa de un hombre. - Dijo el metereologo.

- Interesante... Gracias por la información. - Dijo el agente Bonnasera. - Contáctenos si sabe algo más.

Se alejan de la escena a pocos metros dónde el equipo de meterologos estaba. Bonnasera miraba con una mirada algo familiar la escena del derrumbe.

- Son ellos Kanakaredes, sin duda son ellos. - Dijo medio excitado Bonnasera. - Este caso es algo similar a uno que se ha quedado inconcluso desde hace más de veinte años.

- ¿De qué hablas, Bonnasera? - Se pregunta algo extrañado Kanakaredes. - ¿No estás hablando acerca de los Habitantes del Santuario? Sabes muy bien, que ese no es más que un cuento de ciudad.

Ésto no es un cuento de ciudad, Kanakaredes, no es un cuento de ciudad. - Decía Bonnasera mientras tocaba desesperadamente su libreta con sus dedos. - por Jesucristo crucificado por Zeus, se que no es un cuento de ciudad. Hay que regresar al recinto, hay algo que quiero enseñarte.

Se marchan del lugar media hora después. El jeep dibuja una humareda polvorienta ligada entre el smog de la sociedad, el polvo de la arena de la playa, las partículas celulares muertas que se desprenden de la piel, y las del metal. Después de un trayecto de hora y media arriban al Departamento de Defensa y se dirige al Cuarto de Casos sin Resolver. La vieja puerta de metal inoxidable orquesta el sonido de sus visagras media oxidadas y secas por falta de aceite, retumbando en las paredes de piel de hormigón. La bombilla parpadea tres veces, dibujando los cubículos en el que yacen los casos más extraños y sin resolver de toda Grecia. Bonnasera hace pasarela por el medio del Salón, Kanakaredes le seguía el paso, buscando el caso que su compañero le había dicho que buscara. Bonnasera se detiene al frente de un estante que resguardaba un cajón que contenía los documentos de casos sin resolver en Grecia. Casos de cincuenta años, fraudes, desapariciones, escándalos sexuales, y asesinatos sin resolver, se escondían en ese cajón. Kanakaredes carga el pesado cajón y lo traslada a una mesa contigua dónde junto con Bonnasera, saca documento por documento, hasta encontrar un documento medio destajado y con olor a guardado. Bonnasera lo saca del cajón y se dirige hacia otra mesa.

- Bonnasera, ¿Qué tiene éste caso de importancia, que los demás? - Se pregunta Kanakaredes.

- Ya verás chico, ya verás. - Habla efusivamente Bonnasera. - Éste caso tiene más de veinte años sin resolverse. En las cercanías del templo de Atenas, se encontró el cuerpo sin vida de un hombre aproximadamente de treinta años de edad. Tez blanca quemada por el Sol, pelo castaño, ojos verdes y una extraña vestimenta muy atrasada para la época. El cuerpo presentaba moretones, de como si fuera golpeado por una multitud, y una gran herida abierta entre el abdomen y el tórax. lo curioso del caso es que la herida despedía un fuerte olor a metal quemado, similar al del risco. Pero en vez de un olor a cobre, despedía un olor a oro quemado. Es como si fuera el mismo oro que asesinó al hombre.

- ¿Estás diciendo que el oro fue el causante de su muerte? - Se pregunta dubitativo Kanakaredes.

- Es lo que dicen los hechos muchacho. Y tengo la ligera sospecha que los Habitantes del Santuario, tienen algo que ver con la muerte del hombre. - Habla positivamente Bonnasera. - Te recomendaría a empezar a creer en cuentos de ciudad, por que éste es uno de ellos. Hay que hacer una reunión con el Sargento Griecko, considero que hay que hacerles una visita judicial a los Habitantes del Santuario.

- Cuenta conmigo Bonnasera. - Le dice Kanakaredes. - Pero ¿Qué hacemos con la pareja que fue testigo de la destrucción del risco de la playa? ¿Thomas y Laurel McFetters?

- ¿Quieres investigarlos ahora? - Preguntó Bonnasera.

- Si estás cansado, yo podría ir de parte de los dos. - Dijo Kanakaredes.

- Descuida, quiero seguir para ver en que nos pueden ayudar esa pareja. ¡Vamos! - Dijo Bonnasera.

Ambos agentes se marchan del lugar haciendo dirección hacia el ascensor. Kanakaredes presiona con rectitud el botón del ascensor, haciendo su llamada teniendo una corta espera de diez segundos. El ascensor abre sus puertas, permitiendo que ambos agentes entren en él,bajan al aparcamiento, llegan al aparcamiento del Departamento, despidíendose del guardia sin percatarse que éste lleva una enorme cicatriz detrás de su cuello, seguido de su paralizador clavado en su espina dorsal. Después de tres filas de automóviles, Bonnasera y Kanakaredes llegan a su jeep gris, justo antes de llegar a sus puertas, un extraño sonido como cascabel arrastrado perfumara las paredes del aparcamiento. Bonnasera y Kanakaredes se miran entre sí, extraños dejando el documento encima del jeep. Se dirigen al medio del aparcamiento y divisan la figura de un hombre fornido, de 6´9 de altura, con un pesado tubo de tubería que sirvió como tambor retumbando el suelo.

- ¡Hey Muchacho! ¡Te recomiendo que no hagas nada estúpido, estás en un edificio federal del país! - Le ordena Bonnasera a la figura.

- Yo le recomendaría agente Bonnassera que arroje su arma al suelo y obedezca mis órdenes. - Le responde una voz femenina.

Bonnasera voltea su mirada hacia dónde vino la voz, y vió como una mujer de pelo castaño y con una máscara con diseños en la órbita de sus ojos, dejando la boca y parte de su barbilla libre, agarra por el cuello a Kanakaredes, dejando que varias gotas de sangre escapen por el área de la laringe. No era nada más y nada menos que Shaina Vlaros, Caballero Femenino del Ofiuco.

- Un paso más, y éste suelo será adornado con rastros de sangre, laringe, arterias y venas de éste galán. ¿No quiere vivir con esa culpa Bonnasera? - Dijo excitantemente Shaina.

Bonnasera estaba indeciso y  nervioso en lo que iba a hacer. La encrucijada y el no saber si el y Kanakaredes iban a salir con vida se incrementaba más y más. Miraba hacia dónde el gigante estaba, y por dónde Kanakaredes y Shaina se encontraban.

- Haga lo que le ordeno, Bonnasera, y Cassios no le va hacer nada a usted ni a éste hermoso galán.. Se lo puedo asegurar. -  Le dice Shaina, que luego le lame la lengua a Kanakaredes. - Se lo puedo asegurar.

Bonnasera accede a arrojar el arma al suelo, para evitar una tragedia en el lugar. Shaina, suave, pero precavidamente le retira las manos de la zona de la garganta de Kanakaredes. Al retirar las manos del lugar se notan pequeños fragmentos de sangre incrustados en la zona de la laringe de Kanakaredes. Shaina golpea las rodillas de Kanakaredes bruscamente, provocando que éste caiga de rodillas al frnte de Bonnasera. Este ya a punto de arrodillarse, insintivamente recoge su arma del suelo, sin saber que Cassios rápidamnte llega al lugar y golpea con el tubo de hierro a Bonnasera haciéndole perder el conocimiento.

- Por qué los héroes siempre tienden a hacer cosas estúpidas? Cassios,carga al veterano y colócalo en la parte trasera del jeep. Y tú galán, conduce, el camino es bien largo. - Le ordena Shaina,antes de entrar al jeep.

Cassios entra a un aturdido Bonnasera en la parte trasera del jeep mientras que Kanakaredes enciende el jeep y arranca hacia algún punto desconocido. Después de dos horas y media de trayecto, entre la tensión incómoda y el silencio sospechoso perfumaba en el lugar, llegan a un terreno abandonado, oscuro como la boca de un lobo. Shaina ordena a Kanakaredes a salir del jeep, mientras que Cassios saca a Bonnasera de la parte trasera del jeep. Lo coloca al lado de Kanakaredes, que poco a poco se reincorpora con la ayuda de éste. Shaina al cabo llega al lado de Cassios, limándose las uñas, mientras que Cassios tenía agarrado el documento en el que ambos agentes estaban trabajando.

- Para llamar la atención, a veces hay que estar a favor de la Vieja y Nueva Vanguardia. Pero hay cosas que lamentablemente no se pueden tocar ni mucho menos llamar la atención agentes. - Dijo Shaina, sacando el arma de reglamento de uno de los agentes. - Y tienen que saber que lo que pasa en El Santuario, se queda en El Santuario. Caminen.

 Bonnasera y Kanakaredes le obedecen, el primero con el nudo en la garganta, dirigiéndose a un punto inexacto proveído por Shaina. Al cabo de dos minutos llegan a un lugar en el que se logra divisar un agujero, menos de cinco metros de profundidad, que solamente tiene la capacidad de una persona, cosa que le extraña a Bonnasera. Al momento de éste voltear la mirada hacia Shaina, se encuentra a Kanakaredes apuntándole con su arma de reglamento. Se le notaban las gotas de sangre que seguían caminando por la zona de su laringe y tela de su camisa.

- Hey muchacho, ¿Me vas a aniquilar? He sido tu compañero por más de 3 años. Te vas a dejar hipnotizar por una doctrina? Por favor reconsidera lo que haces, y lo que piensas hacer. - Le dice un consternado Bonnasera. - No vayas por ese camino.

- Le entiendo perfectamente Bonnasera, y le agradezco todo lo que ha hecho por mí, pero como ha dicho la maestra Shaina, hay cosas que no se pueden tocar, ni reabrir. - Le dice fríamente Kanakaredes. - Pero véale el lado positivo, El Santuario le manda su bendición.

Seguido de ésto suena un disparo, que en el revólver sale una bala, que penetra en su ojo izquierdo y sale por la parte trasera de su cabeza, haciendo que Bonnasera caiga dentro del agujero, seguido por varios disparos de Kanakaredes. Shaina se acerca a Kanakaredes y le entrega el documento que iban a investigar, arrojándolo al cuerpo abatido sin vida de Bonnasera. Cassios le entrega un balde lleno de kerosene rociándole al cuerpo y al documento que despliega el nombre del individuo que encontraron por el Templo de Atenas, su nombre era Aiolos Dáxtalos. La evidencia desaparece con la última llamarada, que hace inercia con el cuerpo del fenecido agente Bonnasera.

- Bueno, ya una parte del Código está completado, ahora el próximo pas es que tú y Cassios le den una pequeña visita a los McFeeters. - Le dice Shaina, cuando le arregla la corbata a Kanakaredes y le limpia el sucio en su hombro. - Que sea rápido y sencillo. Tráiganlos a los dos con vida. Hay que desparecer los cabos sueltos.

El trío desaparece de la escena, dejando que el fuego consumiera y dejara en cenizas la carne cruda del cuerpo de Bonnasera. El humo se dispersa por los aires coincidiendo con la Luna que alumbraba  el terreno abandonado. Su luz sigue alumbrando el camino y la ciudad donde se encuentra el Viejo Hotel Falassarna. En el balcón del penúltimo piso se encuentra THomas acabándose de fumar el cigarrillo que quedaba en su caja, mientras que Laurel estaba recostada en su cama, mirando pensativa a un punto de la pared, sin poder dormir en el día completo. La preocupación y el estrés todavía rodaban por el ambiente. Thomas termina su cigarro tirándolo a la barbarie y entra a la habitación, el reloj de la pared marca la hora exacta del momento, 21:23. Se asienta al lado de Laurel.

- Laurel, ¿Quieres regresar a Maryland, para olvidarnos de lo que pasó? - Le pregunta Thomas a Laurel.

- Claro, ya no quiero vivir en un maldito y extraño conflicto con nadie ni con nada que tenga que ver con enfermos de algún Santuario ni con el Estado de un país. - Dijo con la voz entrecortada Laurel. - Quiero irme de aquí.

- Descuida, aprovecha y descansa. Me encargaré del equipaje. - Le dice Thomas. - Estaremos fuera dentro de poco.

Thomas se dispone a buscar las maletas guardadas en el armario, ordena la ropa y los regalos, combinados con los souvenirs que compraron en el país. Mira su celular y lo apaga, recoge la ropa que usaron para ir a la playa cuando tuvieron su encuentro con Seiya y Marín. Al entrar la ropa se oye un suave toque ne la puerta principal de su habitación.

- ¿Quién es y en qué le puedo ayudar? - Pregunta Thomas.

- Descuide Sr., solamente es el Servicio de Habitación. - Le responde Kanakaredes acabándose de colocar un guante negro.

Kanakaredes y Cassios esperan a que se abra la puerta mientras que en el suelo yace el cuerpo del botones del hotel, y en su frente pasa la misma hormiga de la mañana, entrando por el orificio de su oído.