miércoles, 27 de agosto de 2014

Primera Parte: Génesis de un Episodio Olvidado

A lo largo del campo de aquella antigua ciudad, se divisa la tela romántica del Sol que ilumina las viejas piedras del Templo. Se divisan huellas de forcejeo de las plantas para poder salir de su oscuro y eterno escondite. El rayo del Sol seguía su curso, alumbrando la enigmática estatua de la Diosa Atenea, mirando el horizonte, con su misterioso aire. Las viejas huellas de las rocas que forman parte del terreno ateniano, se asemejan a las viejas ideas concretadas por un trío de orbes. Un grupo de turistas van y vienen, escuchando a sus guías y tirando fotos a su alrededor. Diferentes nacionalidades que se unen para un mismo destino, descansar y tratar de escuchar sobre la vieja historia sobre la primera civilización. Una pareja de turistas se separa del grupo, para tomarse un pequeño descanso y tomarse una que otra fotos personales para su álbum personal. 


Thomas y Laurel McFeeters, pareja de recién casados, originarios de Estados Unidos, planearon pasar su Luna de Miel en la mítica tierra de Grecia. Jóvenes menos de treinta años deciden hacer el viaje de sus vidas, para guardarlo en su recuerdo. Mientras Thomas intenta buscar señal de su comunicador en el mítico terreno, Laurel empieza a tomar fotografías de recuerdo para su albumn personal. 


-¡Ah, maldita sea!, ¡¿Cómo puede ser que en este lugar no haya ni antenas telefónicas ni para verificar un mensaje?! - Protestaba Thomas mientras metía su celular en el bolsillo.

-Amor, por favor, disfruta el paisaje. - Intentaba tranquilizarlo Laurel. - ¿No ves que esto es cultura y saber alguna información acerca de la primera civilización en el mundo?, por lo menos disfruta el momento y olvídate de ese celular.

-Laurel, ¿Que información quiero saber acerca de un ´´pedazo de porquería´´ como éste, que total no me va a servir de nada? - Responde Thomas. - Debimos quedarnos en el hotel, para que desde tempranas horas de la mañana disfrutar ese momento contigo.

-Thomas, por favor, nuestra estadía es por una semana, y apenas llevamos dos días en el lugar. - Lo miraba despectivamente Laurel. - ¿No puedes por lo menos disfrutar de este ``vejestorio`` como lo llamas, y por lo menos disfrutar ese momento con tu bella esposa? - Le decía eso mientras acercaba su cámara para fotografiarlo a los dos.


-Lo sé. Disculpa Amor, me conoces, me frustro demasiado y me tiendo a desesperar, ante situaciones en las que tengo que soltar la rutina y descansar. Esta situación con lo del trabajo y el nuevo hogar me tiene un poco agobiado. - Dice eso mientras se sienta encima de una roca. - Disculpa por hacerte pasar mal el rato.

-¿En serio? ¿Mal rato?, Para nada. Toma, agarra tu bulto y sostén mi cámara, y larguémonos, que el guía nos está buscando para irnos de aquí.- Respondía Laurel a medio de órdenes.- Y, prométeme una cosa, jamás te estreses, ni llegues al borde de la locura por cualquier situación, y disfruta el viaje, que esto fue un regalo de nuestras amistades, está todo pago, ¿no? - Decía Laurel mientras se dirigía al grupo.

La pareja se dirige para reintegrarse de nuevo con el grupo, que luego se van del lugar para seguir con la travesía de aquel mítico lugar. Mientras el grupo se alejaba del lugar, El Sol seguía iluminando el rostro de Atenea, que apuntaba su mirada, hacia el misterioso horizonte.

La Noche acariciaba la madera que rodeaba el antiguo puerto de San Nicolás en Creta. Las tranquilas aguas marítimas iluminadas por La Luna, ocultaban la historia de la ciudad griega. El viejo hotel  Chania, que sus antiguas piedras desbordaban las sombras de a Segunda Guerra Mundial y de una frustrada invasión por parte de Los Nazis en su proceso de expansión, rebordeaba el viento nocturno y el vuelo del halcón marchando a su escondite para descansar y comer a su nueva presa. Las luces que lo rodeaban, difuminaban sus grietas exóticas y afrodisíacas. En el lobby, Thomas y Laurel, bajan las escaleras y se dirigen hacia la Playa de Falassarna. Después de media hora de camino, llegan al exótico lugar y se detienen entre unas rocas. Laurel se acomoda mientras que Thomas se le acerca para acariciarla. 

-Por fin un momento a solas, en una playa extranjera, solamente con las estrellas, y la misma Luna nos sirven de velas para este momento...- Decía Thomas mientras acariciaba a Laurel.

-Tan sólo cállate y bésame.- Le interrumpe Laurel con una orden y lo atrae con violencia hacia ella. 

Un round de besos y caricias apasionadas acaban de iniciar en el entorno, siendo La Luna y Las Estrellas testigos de la gesta amorosa. Thomas y Laurel empezaron a desnudarse entre ellos, que ni el control se podía notar en el medio. Las manos de Thomas recorrían el vestido de Laurel hasta llegar a sus senos, mientras que Laurel le desabrochaba el cinturón mientras lo besaba. La tensión se tornaba un poco más sexual de la cuenta cuando Thomas y Laurel se acuestan en el suelo rocoso. El duelo amoroso todavía seguía en su curso, ya ambos en una posición sexual tradicional. Laurel ya a punto de llegar al orgasmo mira al cielo y en este ve un ligero destello de luz casi parecido a una estrella fugaz rondando por el cielo. Laurel sonríe casi llegando al punto orgásmico cuando se percata que ese destello de luz se hace cada vez más incandescente, más parecido a un meteorito entrando a atmósfera terrestre. El destello de luz va dirigido a un risco localizado a 500 metros a la derecha de ellos. Este choca originando un fuerte estruendo provocando que todo el entorno tiemble de manera de como si se tratara del mismo apocalipsis. Rocas salían disparadas hacia las orillas de la playa y hacia dirección donde estaban Laurel y Thomas provocando que los dos se escondieran detrás de una gran roca al frente de ellos. Al cabo de 30 segundos el suceso culmina, y Thomas subiéndose los pantalones, algo impresionado y asustado a la vez ante el suceso, se incorporaba lentamente de la gran roca, y a causa del humo ocasionado por el choque, no distingue ver con claridad, haciendo que el se saliera de su escondite y Laurel le seguía los pasos, acomodándose el vestido. 

Con mucha dificultad llegaron al lugar del choque, a causa de que el humo seguía en el lugar y también de que había un fuerte hedor a metal quemado.

- ¡Genial! ¡¿Que día, no?! ¡Cada vez la cosa se pone más interesante! - Decía Thomas mientras se tapaba la boca con la tela de su camisa. - Nunca en mi puta vida había visto un meteorito así de cerca junto a la persona que amo.

- ¡Oh por Dios! ¡Thomas, mira! - Miraba horrorizada Laurel mientras apuntaba con su dedo hacia alguna dirección. 

A una distancia de 100 metros, se divisaba entre unas rocas cerca del choque, el cuerpo de un joven menor de 25 años de edad, de piel mestiza, cabellos castaño oscuro, midiendo 5´6, con ropa de época greco - romana, hombreras verde grisáceos, incluyendo la parte del pecho, sus rodilleras y botas. La tela que cubría su cuerpo era amarillo claro, algo chamuscada al igual que su armadura. Su piel no presentaba quemaduras graves, solamente unos cuantos moretones en sus manos y rostro. Laurel y Thomas, ambos horrorizados se dirigen rápida mente hacia donde el joven estaba. Cuando llegaron, notaron que el joven también tenía el fuerte hedor a metal quemado, pero su piel no presentaba ningún tipo de quemadura grave, a pesar de los moretones. Thomas se acerca al cuerpo del joven, a pesar de la negativa de Laurel. 

- ¿Está muerto? - Pregunta Laurel.

- No lo sé... - Respondió algo dubitativo Thomas. 

Al cabo de 5 segundos escuchan un pesado gruñido saliendo de la boca del joven, que poco a poco mueve su cuerpo. Laurel y Thomas, llenados del pánico, se acercan al joven, para auxiliarlo, pero justo antes de Thomas tocarlo el joven rechaza su ayuda asestándole una azotada a la mano de Thomas. 

- ¡Hey, ¿Estás bien?! - Pregunta algo desesperado Thomas. 

- ¡Por favor, responde con un signo! - Protesta algo desesperada Laurel.

El joven asiente con la cabeza para el alivio de Laurel y Thomas. Luego mira algo desorientado y trata de reincorporarse, pero no tiene fuerzas para levantarse. Thomas de nuevo intenta ayudarlo, pero el joven rechaza la ayuda, esta vez, empujando fuertemente a Thomas. 

- ¡Hey, pero te estamos intentando ayudar! - Reclamó Thomas.

- ¡Su terquedad le impide aceptar la ayuda de los demás! - Interrumpe una desconocida voz. 

Laurel, Thomas y el joven ahora dirigen la mirada hacia el Sur, donde vino la voz. Al cabo de 100 metros se divisa la figura de una mujer que tenía el cabello rojizo, de cuerpo atlético, midiendo 
5´4, con la misma vestimenta greco - romana, pero esta vez portaba la armadura de un rango más alto, como el de Doctore (Maestro) de combate. Su vestimenta se componía de esta manera: hombros, rodilleras y botas de un color azul oscuro como el fondo del mar,  y la tela que cubría parte de su cuerpo era rojo vino ligado con un blanco hueso. En su casco se divisaba la figura de la extinta Águila de Haast, mientras que una máscara blanca cubría media parte de su cara. Por la estrechez de su voz, era menor de 30 años. 

- Seiya Kroz, ¿Cuántas veces te he dicho que siempre hay que aceptar la ayuda desinteresada de un desconocido? - Le preguntaba la extraña mujer mientras se le aceraba a los 3. - Disculpen la reacción d mi discípulo, tiende a ser demasiado orgulloso ante situaciones que el considera embarazosas, ¡Vamos Seiya, de pié!

Seiya se reincorpora, ante los ojos atónitos de Laurel y Thomas. Caminaba tambaleando de un lado a otro pero nunca quitaba la mirada del horizonte. Al pasarles por el frente a Laurel y Thomas, inclina su cabeza e dice lo siguiente:

- Yo, Seiya Kroz, aprendiz de Caballero e Discípulo de Marín Vardalos, Caballero Femenino del Águila, me disculpo por mi recia actitud e inherente rechazo a su humilde ayuda. - Dice pesadamente Seiya a Laurel y a Thomas.

- ¡Excelente!, Ves que todo se resuelve siendo humilde y cortés ante la ayuda recibida. - Le dice Marín aséstandole una palmada al hombro de Seiya. - Y, sé que están atónitos y asustados ante lo ocurrido. Lamento mucho que hayan coincidido ante ésta extraña circunstancia. Pero llegaré al grano, por accidente, mi discípulo fue enviado  a esta zona turística y prohibida por el gobierno a nosotros, Habitantes del Santuario de Atenas. Somos Caballeros y aspirantes a Caballeros como ven aquí. Pero les diré lo siguiente. - Les dice Marín mientras se les acerca a Laurel y Thomas. - No vieron nada, no escucharon nada. Los Habitantes del Santuario, no queremos otra fructuosa sanción por parte del Parlamento Ateniense. Ya hemos tenido suficiente después de la Segunda Guerra Mundial. Son una pareja joven. Vivan La Vida, y viajen mucho. Los hijos vendrán después. Contarán historias, algunas creíbles y otras no. En pocas palabras den la vuelta y lárguense de aquí. Olviden lo que sucedió, y por si acaso, te faltan 3 botones por abotonar. - Le decía a Laurel, mientras señalaban  a su vestido. 

Laurel y Thomas, ante el mandato asienten y se devuelven por el mismo camino que cogieron para venir. A los 3 minutos de ellos desaparecer, Seiya dirige la mirada hacia Marín.

- Y dices que sea humilde y cortés ante las personas... - Decía pesadamente Seiya a Marín. 

- A veces hay que decirles las cosas directamente a las personas para que entiendan, créeme, algún día lo entenderás. -  Le decía Marín mientras dirigía su caminata hacia el lado contrario. - Camina, que tenemos el camino completo para charlar acerca del entrenamiento de hoy, y lamentablemente no va a haber un bono extra de descanso. 

Seiya despide un pesado suspiro de desilusión al oír esto. Sigue el camino que toma Marín, hacia un camino conocido por ellos. 

- Marín, ¿Crees que tenga posibilidad de conseguir la Armadura del Pegaso? - Le pregunta Seiya a Marín.

- Seiya, para serte sincera, tenemos un año para proveerte esa respuesta, mientras tanto el entrenamiento sigue. - Le responde de una manera muy segura Marín. 

Ambos lentamente se pierden en horizonte, mientras La Luna alumbraba con su misteriosa luz la arena, el mar y lo que Seiya dejó tras su choque con el risco. Su luz seguía alumbrando las grietas del viejo hotel y de la ventana que proyectaba la habitación Suplex donde se hospedaban Laurel y Thomas, cuando ésta última cierra con seguro su ventana en el balcón. La Luna seguía intacta en el cielo mientras su luz alumbraba la antigua ciudad de Creta y su bohemio puerto de San Nicolás. Luego ya al final su luz alumbra el lugar del inicio de esta historia, El Templo de Atenas, que alumbraba el rostro de una mujer enmascarada que la máscara presentaba diseños de líneas rectas y curvas en las órbitas de sus ojos. Portaba una armadura púrpura que en su cabecera se apreciaba la figura de La Cobra Real. Luego al momento una gran figura aparece por detrás de ella. Un fornido hombre de 6´7, de piel blanca, cabello negro azabache, ojos grises, y con una misteriosa cicatriz en su ojo izquierdo le dice lo siguiente:

- Maestra Shayna, ¿Crees que pueda conseguir la Armadura del Pegaso, y acabar con el perro bosnio de Seiya Kroz? - Le pregunta el Hombre.

- Realmente no lo sé Cassios. - Le responde Shayna. - Pero me gustaría ver como ese perro bosnio de Seiya muere a través de tus manos cuando llegue ese día. 

Al finalizar la conversación se dirigen hacia un punto desconocido, mientras que la luz de La Luna, alumbra el rostro de Atena mientras que ésta sigue mirando aquel frío horizonte.